Divine Teachrs — about Themselves

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Eaglestform

—Dinos, Eaglestform, ¿por qué nadie necesita lo que nosotros hacemos en Rusia? ¡No debería ser así!

—Dime quién necesita las montañas, quién necesita los océanos.

»¿Cuántas personas en la Tierra saben que necesitan las montañas desde las cuales los ríos fluyen hacia el océano? La mayoría ni siquiera toma el agua de los ríos, sino que simplemente la obtiene abriendo la llave en la cocina. ¡No obstante, ellos también toman el agua que llega desde Mis Cimas!

»¡Se necesitan las Montañas! ¡Se necesitan las Montañas para que los ríos fluyan desde éstas hacia Mí!

»¡Sé una Montaña*!

Montañas Divinas*

Existen las Montañas en Cuyas Profundidades

brilla la Luz infinita.

Esta Infinidad lo disuelve todo.

Allí no existe nada más.


¡Aquel que se sumerge en esta Infinidad

desaparece en Ella!

¡Existe la Luz Que todo lo manifiesta!

¡Es el Océano Primordial y la Casa Universal!


¡Aquel que se ha convertido en esta Luz

irradia la tranquilidad

y se eleva sobre la Tierra

como una Montaña!


—La Libertad y la Tranquilidad reinan en las inmensidades de Mi Existencia. Sin conocerlas, un alma no podrá afluir a Mi Vida infinita.

»A las almas jóvenes Yo las envío al mundo de las preocupaciones terrenales y pasiones, donde ellas adquieren experiencia y fuerza. Pasando a través de numerosas situaciones de la vida e involucrándose en diversos asuntos terrenales, estas almas deben madurar y fortalecerse.

»En cierto momento, cada alma debe dejar de querer ser parte de la actividad mundana y separarse de ésta, empezando la búsqueda de Mí.

»Cuando esta aspiración surge en el alma, significa que su deseo de Libertad ha madurado.

»Pero separándose de lo terrenal, un alma no conoce todavía qué es la verdadera Libertad. Ella sigue viviendo según patrones y conceptos terrenales. Por eso Yo guío la búsqueda de estas almas. ¡Yo conozco el Camino hacia la Libertad!

»Este Camino lleva de un estado de separación y limitación al estado de Mi infinidad y ubicuidad.

»Entonces, ante el alma se presenta una tarea difícil: separarse de su forma terrenal y habitual, del estado de ser limitada por esta forma, y llegar a ser infinita e ilimitada.

»Cuando esto ocurre y cuando el alma ya no se separa más de la infinidad, se vuelve verdaderamente libre.

—Eaglestform, cuéntanos, por favor, sobre Ti, pues no sabemos casi nada.

—Hace mucho tiempo Yo encarné en la India. Crecí en la tradición de Krishna. En aquella encarnación, conocí los estados Nirvánicos. Sólo un paso, o aún menos, Me faltó para alcanzar la Unión con el Creador.

»En la siguiente encarnación llegué a ser un Avatar en el norte de América del Sur.

»Viví en una región montañosa cerca de la frontera entre Venezuela y Brasil a mitad del siglo XIX. Mi padre era un español, un descendiente de los conquistadores. Mi madre era una indígena. Ellos se amaron.

»La suerte de un mestizo era poco envidiable. A Mí no Me aceptaron ni los indígenas, ya que para ellos Yo era un “mestizo despreciable”, ni los blancos, quienes Me consideraron como un “miserable indio”, un “media sangre”.

»En la niñez no pude entender aquel odio. No pude entender el porqué.

»Me esforcé muchísimo para ganar con Mis cualidades personales el respeto de mis coetáneos. Yo no era simplemente valiente o fuerte, sino que estaba dispuesto a pagar con Mi vida por los momentos de gloria y atención.

»Los muchachos a veces hacían apuestas acerca de si Yo subiría o no a una roca vertical sin sogas, si cruzaría o no un río montaña en el lugar donde esto era mortalmente peligroso. Ellos ganaban dinero, mientras que Yo, en aquellas situaciones de riesgo extremo, no se sabe por qué, experimentaba una tranquilidad profunda. Intuía cuál era la piedra que no Me fallaría y sobre la cual podía poner Mi pie. Intuía de antemano cada movimiento que debía hacer. ¡Sentía una claridad maravillosa! Éstos eran los momentos de claridad y tranquilidad cristalinas, momentos de desapego singular. Lo llamé la sensación del espíritu de la muerte. Éste viene cuando caminas por el borde de un precipicio sin violar las Leyes del Espíritu. En aquel entonces, Yo no sabía que, en realidad, era el Espíritu de la Vida. En aquellos momentos Yo no pensaba ni en la muerte ni en la gloria, sino que simplemente vivía en el tiempo del Espíritu.

»A pesar de alcanzar cierta fama gracias a aquellas “hazañas”, Yo estaba muy solo. La soledad entre las personas Me deprimía.

»A menudo Me iba a las montañas. Allí la soledad dejaba de deprimirme. Allí Yo experimentaba la libertad. ¡No estaba solo! Estaban las montañas a Mi alrededor y ellas Me “comprendían”. ¡Yo conocía sus “hábitos”, su severo carácter y su gran belleza! Todos quienes vivían en las montañas respetaban al Espíritu y conocían Sus reglas. Ellos también respetaban a las plantas, arraigadas sobre los precipicios, a las aves, que criaban allí a sus pichones, y a los predadores, que cazaban allí. Yo también los respetaba a todos ellos, respetaba su libertad y su derecho a la vida, incluso el derecho de un puma a intentar quitar Mi vida, por ejemplo. Ellos también Me respetaban.

»Yo no creía en la existencia del “Dios de los blancos”. Éstas eran simplemente estatuillas pintadas, cuya adoración no ayudaba a nadie. Tampoco creía en la existencia de los dioses de los indígenas. Pero confiaba en el espíritu de la muerte, porque éste era real para todos. Ni los blancos ni los indígenas podían evitar el encuentro con él. Los españoles y los indígenas, las aves y las bestias estaban bajo su control. En aquel entonces, Yo aún no sabía que, en realidad, Él era… el Espíritu de la Vida, pero veía como Su Ala tocaba a veces a las almas y revelaba su esencia.

»Luego empecé a trabajar como un guía en las montañas.

»Un guía es aquel que camina adelante conduciendo a los otros, buscando el punto de apoyo y comprobando su solidez, siendo responsable de las vidas de aquellos que le acompañan.

»Yo conocía todos los senderos. Podía traducir del español o inglés a los idiomas locales de los indígenas. Mi padre era una persona muy educada y Me enseñó muchas cosas. Yo guiaba a través de los puertos de montaña a las expediciones y a los viajeros solitarios.

»Cuando empecé a hacer esto, nuevas sensaciones llegaron a Mi vida. Yendo adelante, Yo debía no solamente experimentarme a Mí y al camino, sino también a cada persona del grupo, porque un error de cualquiera de ellos nos podía costar la vida a todos.

»La vida al borde, al límite, cuando no hay ningún lugar para dudas ni vacilaciones, cuando los pensamientos y actos deben estar en perfecta unidad, cuando únicamente esta unidad permite realizar las acciones exactas y reaccionar con rapidez, cuando una mínima equivocación puede resultar en la muerte, así vivía Yo en Mi última encarnación terrenal.

»Yo era un Caminante y siempre estaba solo, desde la niñez. Primero aprendí a estar a solas Conmigo Mismo y luego con las montañas, a través de las cuales guiaba a las personas. Yo vivía cara a cara con la muerte, la cual intensificaba hasta el límite todas las fuerzas del alma. Encontraba la satisfacción sólo en los momentos de extrema tensión.

»Yo percibía a las montañas, a las personas y a Mí Mismo como uno solo. Era bastante autosuficiente.

»Pero llegó el momento en que la autosuficiencia, donde el centro es el “yo” humano, debe ser reemplazada por la “Dios-suficiencia”, donde el centro es el “Yo” del Creador.

»¿Has estado alguna vez en las montañas durante la salida del sol?

»Allí donde Yo vivía, en la cima de la montaña más alta, había una meseta. Yo solía subir allí. Desde aquel lugar se abría una vista espectacular. Por todas partes, hasta el horizonte, se extendían las montañas con cumbres lisas y cuestas verticales, con desfiladeros y precipicios sin fondo. Encima estaba el cielo ilimitado “acostado” sobre los hombros de las montañas. Cuando el sol salía, todo este espacio, los desfiladeros y los precipicios, el cielo y las montañas, se llenaban de luz. ¡Alrededor había sólo luz, gran tranquilidad, inmensidad y libertad! ¡Entonces, en silencio absoluto, surgía el entendimiento de la propia nulidad e insignificancia ante el universo infinito!

»Una vez, cuando estaba regresando de las montañas, Mi intuición falló o, más exactamente, llegó el tiempo para encontrarme con el espíritu de la muerte.

»Me caí en un precipicio. Mi cuerpo se estrelló. Pensé que había muerto. ¡Pero luego resultó que esto no era la muerte, sino la Vida!

»Me hundía en la Luz infinita. ¡No percibía Mi cuerpo! ¡Había sólo libertad, alegría de Existencia, plenitud de Vida y resplandor de felicidad en la infinidad de la Luz!

»Durante mucho tiempo estuve entre la vida y la muerte. Regresaba por un momento al cuerpo y luego otra vez buceaba en la Luz. Me deslizaba entre aquellos dos estados a través de un paso similar a un túnel en la montaña, lleno de agua. En un extremo de este túnel, estaba la entrada a Mi cuerpo, en el otro extremo, la entrada en el Océano de la Luz. Con todo, no fui Yo Quien realizaba aquellas transiciones, sino Él.

»Yo no quería regresar a Mi cuerpo. Abracé, según parece, toda la Luz para quedarme en Ésta para siempre y entonces, de repente, sobre el Océano de Luz Me elevé como una montaña gigante. ¡Me experimentaba en Mi totalidad! ¡Estaba vivo, real! ¡Tenía la cara y los brazos, podía ver y moverme! ¡Estaba totalmente consciente! También podía sumergirme en las Profundidades de la Luz, de las cuales salía como una Montaña.

»La Gran Tranquilidad, Poder y Comprensión llenaron todo Mi nuevo ser. Yo estaba en Unidad con Todo.

»Mi cuerpo se veía diminuto. Intenté meterlo para adentro, en Mí, pero no pude. Entonces entendí la sugerencia de la Gran Luz Primordial, la entendí sin palabras, como siempre entendía a Aquel a Quien había conocido como el Gran Espíritu. Me sumergí en la Profundidad, donde existía sólo Él. Me disolví en Él y empecé lentamente, desde la Profundidad, a llenar con Él el paso al cuerpo y luego el cuerpo desde adentro. ¡Y un milagro ocurrió! ¡El cuerpo fue sanado!

»Permanecí mucho tiempo en aquella Unidad inquebrantable. ¡Conocí las Verdades Superiores en la Fuente Originaria, estando sumergido directamente en el conocimiento de las respuestas, en el conocimiento de las Leyes de Dios y de las Leyes de la Existencia!

»Desde aquel entonces la Gran Luz miraba con Mis ojos, miraba incluso a aquellos que nunca Me amaron, y el Amor de la Gran Luz se derramaba sobre ellos. Entendí que éste era Mi Amor también y que no podría vivir de ninguna otra manera más que siendo un guía para las personas, un guía que les ayuda a llegar a la Verdadera Vida.

»Volví a vivir entre las personas y empecé a enseñarles que la vida no se termina con la muerte y que existe la Justicia Suprema, con La Cual nos encontramos más allá del umbral de la muerte. Aprendí a ver los estados de las almas y de los cuerpos, las causas de las enfermedades y muchas otras cosas. Percibí que el enojo, la agresión y el odio producían las energías oscuras dentro de los cuerpos y, en estos casos, era imposible sanar a aquellas personas. Sólo el arrepentimiento profundo y la transformación de su esencia les podrían ayudar. También vi la luminosidad de los estados de amor y ternura, estados que permiten sumergir a las almas con estas cualidades en la Luz.

»¡Durante mucho tiempo Yo enseñé las Leyes del Amor, las Leyes de la Vida!

»¡Continúo este trabajo ahora también!

»¡Aquí, en este momento, estoy tan feliz de poder mostrarles los últimos escalones del Camino! ¡Es una rara fortuna!

 

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