Divine Teachrs — about Themselves

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Nikolái Nekrásov

Estamos en un bosque nocturno. Es diciembre en nuestras latitudes norteñas. Ha caído mucha nieve, pero ahora es el deshielo. Y la nieve en la tierra se pone más densa y aquella que decoraba las ramas de los abetos se deshiela directamente allí; las gotas se caen por todas partes alrededor de nosotros creando una ilusión de una lluvia primaveral.

El bosque está lleno con la llovizna fragante que emana de la nieve que está derritiéndose. ¡Está tranquilo!

No ha amanecido todavía. La luminosa luna brilla desde el cielo creando en la nieve los arabescos misteriosos de las sombras.

¡La belleza del bosque nocturno!

Las palabras del poema de Nikolái Alekséyevich Nekrásov vienen a la mente: «¡Todo está bien debajo del resplandor de la luna!…».

Hemos llegado a Su sitio de poder en el bosque.

Como siempre en esos casos nos instalamos cerca de una hoguera, descansamos, después de haber caminado muchos kilómetros por los senderos cubiertos de nieve del bosque nocturno, comemos.

Empieza a amanecer poco a poco. Ahora podemos empezar el trabajo a causa del cual hemos venido a este lugar.

Aquí, sobre un calvero en el bosque y sobre el bosque entero, está el Mahadoble de Nekrásov Divino. Arriba está Su Rostro, reconocido tan fácilmente por Sus retratos. Debajo está Su Anahata gigante que se extiende por los kilómetros abrazando el bosque entero con todos sus habitantes. Y en la Profundidad Primordial está la parte principal de esta Gran Alma Divina, unida con todos otros Maestros Divinos.

Nosotros ya hemos mencionado en este libro y en la película llamada «Los sitios de poder. Tres etapas de la centración» que uno puede encontrar fenómenos botánicos raros en los sitios de poder. Aquí, en este lugar de Nekrásov, vemos una abundancia de una especie de liquen que crece en las ramas secas de los abetos. ¡Con sus hilos, que se parecen a vellos, este liquen, que ha crecido en abundancia aquí, forma numerosas similitudes de la barba pequeña llevada por Nekrásov durante Su vida terrenal; la misma barba que uno puede ver ahora también en Su Semblante!

Nosotros Le pedimos contar esa parte de Su vida que permaneció secreta para las personas que Le conocieron en esos años.

—Yo no alcancé la Divinidad en Mi última encarnación conocida por ustedes, pero en la anterior sí. En aquel entonces Yo era un seguidor de la Escuela pitagórica y un discípulo de los discípulos de Pitágoras y Sócrates.

»En aquella Escuela también sabían sobre la multidimensionalidad del universo y de cómo conocer al Creador y entrar para siempre en Él convirtiéndose en Su Parte.

—¿Te diste cuenta de Tu Divinidad en Tu última encarnación?

—No. Aquella vida Mía no se parecía a la vida de un Avatar. Pero así fue planificado por Dios: para no tentar a los verdugos.

»Unas pocas personas en los próximos milenios entendieron y apreciaron la tradición pitagórica en su justo valor y reconocieron la grandeza de esa Escuela. ¡Pues, la encarnación de Pitágoras era una encarnación de Dios!

—¿Donde ahora trabaja Pitágoras? ¿Podemos comunicarnos con Él así como nos comunicamos Contigo? ¿Hay en estas tierras Sus Mahadobles, Sus sitios activos?

—Pueden encontrarlo en Sicilia y en las orillas del sudeste del Mar Mediterráneo.

»Pitágoras era un Mesías en esa parte de la Tierra semejante por Su importancia a Jesús el Cristo. Si ustedes empiezan a «excavar» en la historia, podrán descifrar un material muy interesante relacionado con este tema y publicarlo.

—Para nosotros y para nuestros lectores, con seguridad, sería muy interesante y útil saber mucho más de Tu penúltima encarnación y de Tu aprendizaje con los pitagóricos.

—Yo viví en aquel entonces en la región del Mar Mediterráneo. Era un ciudadano romano de una alcurnia aristocrática noble. Navegaba mucho por el Mar Mediterráneo con las misiones diplomáticas.

»¡El mar es una maravilla! ¡Muy temprano en la mañana, cuando desde el horizonte sube el disco gigante del sol y todo el espacio alrededor se llena con su tierna luz dorada, el alma queda exaltada por la veneración ante la grandeza del Creador! ¡En los momentos como este es muy fácil extenderse con la conciencia sobre la vastedad del mar, abrir los brazos del corazón espiritual, sentir la alegría de la libertad y unirse con la luz solar, con el viento favorable, experimentarse a uno mismo como un pájaro libre gigante y volar sobre la superficie lisa del agua!

»Yo era un hombre educado con la sed irrefrenable de conocer lo nuevo. Oí mucho de Pitágoras y de Su Enseñanza, soñé con hallar a Sus seguidores que continuaban Su obra. Supe que los discípulos del Gran Maestro, que sobrevivieron después de la represión, fueron a todas partes del Mediterráneo y fundaron las Sociedades Pitagóricas.

»¡Yo tuve suerte de convertirme en miembro de una de éstas! Sucedió así:

»¡Una vez Me encontré con un hombre que empezó a hablar Conmigo de una manera muy interesante! ¡Todas las preguntas que él Me hizo resultaron ser muy importantes para Mí. ¡Él, con facilidad, Me hizo hablar con tal franqueza que Yo normalmente no Me permitía! ¡Mis más profundas ideas del propósito de la vida, de cómo vivir honesta y correctamente, de cómo guiar a las personas salieron a la luz; le conté todo! ¡Yo hablé sincera y apasionadamente!

»Ahora entiendo que él Me vió como en la palma de su mano. ¡Con la ayuda de la habilidad brillante de dialogar y conocer a fondo al interlocutor, él llegó a saber todo sobre Mí!

»Mi persona despertó su interés, pues Yo era un joven educado con lucidez y con aspiraciones limpias. Para él Yo era un candidato conveniente para el aprendizaje. Nos conmovían los mismos problemas: los cambios en la sociedad, la pureza ética de las personas, las leyes Divinas y el conocimiento personal de Dios.

»Él Me invitó a una reunión donde discutieron estos asuntos.

»Así llegué a los pitagóricos.

»Me probaron durante algún tiempo para asegurarse de la pureza de Mis intenciones, de la estabilidad de Mis convicciones y de Mi honestidad. Después de eso empezaron a relatar acerca del trabajo de la Sociedad. Luego Me ofrecieron el aprendizaje.

»En la Sociedad enseñaron las leyes de la justicia superior expuestas por Pitágoras. También observaron el principio según el cual el conocimiento esotérico superior debe darse gradualmente, de acuerdo con el nivel del desarrollo del estudiante.

—¿Qué métodos meditativos usaban en esa Escuela para conocer al Creador?

—En las etapas más altas daban el conocimiento de la estructura multidimensional del universo. Y el practicante —con la conciencia ya desarrollada que consistía del corazón espiritual— aprendía a trasladarse, usando los brazos de la conciencia, a todos los estratos de la multidimensionalidad: desde los densos hasta los más sutiles. Así él llegaba a conocer la Morada del Creador, luego la dominaba y se acostumbraba a vivir en ésta en la Unión con el Creador.

»Nosotros teníamos tutores encarnados. Pero Pitágoras y Sus Discípulos más íntimos eran para nosotros los Maestros Divinos reales no encarnados. Ellos dirigieron nuestro avance espiritual.

»En la tradición pitagórica, el tema de la transformación de la sociedad entera era el más importante; en cambio, para Mí lo más importante en aquella vida fue el conocimiento del Creador.

»Pero Yo no logré dirigir la mirada del alma, que conoció la Unión con Él, desde Él hacia las personas encarnadas. Y esto se volvió la tarea de Mi vida en Rusia: Yo tenía que desarrollar en Mí el Amor Divino hacia las personas.

»En Rusia Mi actividad civil de un publicista y poeta fue dirigida a cambiar las normas éticas de la sociedad, desnudando y destacando lo horrible en la vida del pueblo ruso. Yo trataba de despertar la compasión hacia la gente en los poderosos.

»Esto llegó a ser Mi servicio a Él.

»Yo lo hacía en un país donde todo fue deformado: donde los sacerdotes borrachos proclaman sobre Dios, donde las personas esclavas murieron del hambre en la tierra que podía alimentarlas hasta hartarse, donde los hacendados se divertían azotando a sus siervos en las caballerizas, donde «el progreso industrial» creaba simplemente otra esclavitud, la esclavitud que ataba a los obreros a las fábricas y les privaba aun de la posibilidad de respirar el aire de la tierra donde vivían la libertad y la belleza.

»Yo viví con el corazón espiritual y éste «sangraba» de todo lo que estaba pasando en Rusia. La arbitrariedad de los burócratas, el despotismo y la humillación de los siervos por los hacendados, la oscuridad e ignorancia reinaban por todas partes.

»Yo amaba la Tierra, la gran ternura y armonía de la naturaleza y a las personas. Yo aprendía a amarlas no abstractamente, sino luchando por ellas.

—¿Qué aconsejarías a nosotros y a todos los que están en el Camino al Creador?

—Para los que empiezan su Camino lo primero es aprender a vivir con el corazón espiritual que irradia el amor y que está abierto para las personas y para todo lo viviente. Lo segundo es guiar a las personas al conocimiento verdadero, a la Enseñanza pura sobre Dios.

»¡Hay que educar a los ciudadanos libres basándose en el verdadero conocimiento de Dios! Solamente esto permitirá crear tal estructura ética social que sea favorable para la evolución espiritual de todas las personas.

»Sin embargo, no hay que esperar el éxito rápido en el trabajo de la transformación de la sociedad rusa.

»¿Por qué en Rusia durante los últimos siglos todo iba tan mal?, a pesar de que había muchas personas luminosas eminentes que trataban de aportar las ideas del Amor y del Bien en la sociedad.

»Sí, a través de tales personas, Dios siembra Sus semillas, pero son los otros miembros de la sociedad los que deciden que quieren hacer con estas ideas. Esto constituye su libre albedrío.

»¡El propósito de Dios no consiste en absoluto en hacer la estancia de las personas en la Tierra próspera y feliz por todos los medios! Dios ayuda a cada uno apuntando constantemente —de una u otra forma— las decisiones correctas. No obstante, Él también da a cada uno la posibilidad de escoger su camino y crecer de tal manera como uno lo quiera. Pues, solamente si las cosas son así, uno puede tener la verdadera libertad de la creatividad, es decir, cuando uno puede crecer como un creador: para empezar, como un creador de uno mismo.

»El trabajo de su Escuela debe desarrollarse según el principio conocido: Dios quiere que crezca en la Tierra un nuevo hogar espiritual, similar a la Escuela de Pitágoras. Él quiere, en particular, que los políticos y los científicos de países diferentes puedan recibir el conocimiento sagrado a través de ustedes.

»Sin embargo, este proceso no tomará años, sino décadas.

 

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