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Káir
Nosotros Le preguntamos:
—¡Káir! ¿Cómo alcanzaste la Unión con el Creador?
—Mi cuerpo murió, murió de la peste. Todo se terminó y sólo quedó Alá. Sólo quedó Él, el Único e Infinito, y todo el resto desapareció.
»Todo lo que estaba haciendo antes, tratando de alcanzar aquella Unión, todas las meditaciones, obras, el dolor del cuerpo, todo se acabó, y sólo quedó Él.
»Ahora cuando Alá mira a la Tierra, allí aparece Káir.
—Pero ¿podrías narrarnos un poco más?
—Bueno. Una vez Me encarné en Asia Central. Crecí en las tradiciones del sufismo y, por primera vez en aquel entonces, entré en contacto con la Conciencia Primordial. El nombre Káir lo tengo de aquella encarnación.
»¿Recuerdas que una vez Yo te narraba sobre Mis meditaciones en el desierto al amanecer?
»¿Sabes quién es un verdadero derviche? No es de ningún modo un pobre monje sufí que mendiga. No. Un derviche es un caminante, es el que camina y busca. ¡Es aquel que va por el Gran Sendero hacia el conocimiento del Creador!
»Mi jeque sufí no era Divino, sino que era como aquel que descansa tranquilamente después de haber recorrido una parte del camino. Él no aspiraba con todas las fuerzas del alma a Dios; no obstante, permanecía en tranquilidad luminosa y en armonía. Le agradezco mucho. Pues, gracias a él aprendí a meditar correctamente y dominé las técnicas para el desarrollo de la conciencia.
»Una de las primeras impresiones más fuertes la obtuve de los giros sufíes. Esta técnica Me permitió experimentar por primera vez que Yo soy una conciencia, una luz capaz de percibirse a sí misma, y que no soy un cuerpo.
Káir empieza a girar lentamente y Sus vestes luminosos flotan y se convierten en olas suaves, parecidas a aquellas que puede haber en la superficie del mar.
Él sigue girando y Sus vestes se transforman en una neblina transparente hasta el horizonte, debajo de la cual el mar de Luz ondea tranquilamente.
Luego los giros cesan, pero la Luz se queda.
Káir continúa Su historia:
—En Mi vida, el desierto desempeñó un papel muy importante. El desierto es la infinitud, las arenas interminables hasta el horizonte y el cielo ilimitado sobre éstas. Allí no hubo nadie excepto Dios Omnipotente e Infinito y un granito de arena, llamado Káir. Allí nosotros siempre estuvimos juntos, de solo a solo, sin nadie más alrededor.
»Allí, en el desierto, Dios Me enseñó a esperar la salida del sol.
»¿Ustedes nunca han visto la salida del sol en un desierto? Es diferente, no como aquí.
»El cielo oscuro está acostado sobre la superficie del planeta e iluminado únicamente por la luz de las estrellas. Mi cuerpo está sentado en el fondo arenoso del océano estelífero. La eternidad y la infinidad del universo Me abrazan.
»Gradualmente, el sol comienza a salir. El cielo se aclara y cambia su color. Desde el horizonte aparece lentamente un disco solar gigante. ¡La salida del sol! El océano del cielo estelar se transforma en el océano de luz sobre la tierra.
»En aquellos tiempos, así esperaba Yo la salida del sol cada día de Mi vida.
»Pero una vez, de repente, Yo “caí” en la Luz aún más sutil y, con los movimientos de Mis brazos gigantes de la conciencia, pude sumergirme más profundamente.
»¡Allí, en la Profundidad, hice un descubrimiento! ¡Resultó que aquella Luz no desaparecía con la puesta del sol!
»A partir del momento en el que descubrí esto, obtuve la facultad de permanecer en aquella Luz.
»Y cuando el sol naciente inundaba toda la vastedad del desierto de su luz, ¡Me sobrellenaba la felicidad inconcebible de la Presencia de Dios en todo! ¡Mi cuerpo podía ir al encuentro del sol sobre el fondo del mar de luz! ¡Y más abajo, más profundo, permanecía Yo en la Luz de Dios, sosteniendo tiernamente con Mis brazos del alma el mar luminoso en la superficie de la Tierra!
»Luego Me esforzaba por aprender a permanecer siempre en la Profundidad. ¡Allí, en “el corazón de la Tierra”, hubo un paso que podía llevar al Creador de todo lo existente, al Corazón del Absoluto!
»De esta manera Yo conocí por primera vez la Conciencia del Creador; sin embargo, no pude aprender a permanecer en la Unión firme con Ella.
»Antes de que Yo empezara Mi aprendizaje con el jeque sufí, una muchacha tocó Mi corazón.
»Ahora entiendo que Mi comprensión del ascetismo era incorrecta. ¡Yo hubiera podido llevarla Conmigo en el Camino! Pero Yo, por el contrario, empecé a retirarme en el desierto para olvidarla.
»Y ese deseo del amor terrenal, el que no fue satisfecho, causó una nueva encarnación Mía.
»Durante aquella encarnación encontré un gran amor terrenal, fui casado y tuvimos un hijo.
»No obstante, a menudo Yo soñaba con la salida del sol en el desierto. Comencé a buscar nuevamente el Camino y Me convertí, nuevamente, en un caminante. Crecí aquí, en estos bosques, trabajando meditativamente en los sitios de poder, conocidos también por ustedes. Los Maestros Divinos Me ayudaban a recordar aquello que Yo había sabido antes. Yo entraba cada vez más profundamente en la Unión con el Creador, aprendía a unirme con Él totalmente y a amar a todos los seres. Después Me fui hacia Asia Central. Y lo que un practicante puede hacer allí para su auto-desarrollo, ya les conté.
Nosotros preguntamos:
—Dinos, Káir, ¿por qué los Mahadobles de los Maestros Divinos se encuentran a menudo en medio de las calles concurridas, plazas, parques, lagos, es decir, en los lugares donde se reúnen habitualmente muchas personas, quienes, sin embargo, no aspiran absolutamente a Dios?
Káir contesta:
—La respuesta es sencilla. ¡Nosotros, los Maestros Divinos, somos «los pescadores de hombres», como Jesús el Cristo lo dijo una vez! Nosotros actuamos como radares, «captando» las emociones positivas de las personas, aun las más fugaces. Y luego aspiramos a apoyar esas tendencias positivas.
»Cada persona encarnada es creada como un sistema autónomo. No hay una entrada desde el exterior, las puertas se abren sólo desde el interior. ¿Qué es lo que abre esas puertas? Son las emociones. Las emociones positivas, especialmente aquellas que acompañan actos altruistas, hacen que el alma se abra para lo Divino. Esta “apertura” permite que la Luz de Dios fluya, sin obstáculos, al interior del alma.
Nosotros preguntamos:
—Pero ¿para qué complicar tanto todo esto? Dios es Omnipotente. ¿Acaso no puede entrar de otro modo?
—Sin duda, es Omnipotente y cada alma está sobre la Palma de Su Mano. No obstante, el libre albedrío, que Él Mismo nos dio, normalmente no Le permite entrar, sin que Le inviten, en el sistema autónomo llamado «hombre».
»Así, la tarea del Espíritu Santo (o, más exactamente, de los Espíritus Santos) consiste en usar todas las posibilidades para el contacto activo con las almas humanas, con el fin de ayudarlas en su avance.
»También quiero hablar un poco sobre la intención.
»La intención de conocer al Creador, de entrar en Él y ayudar en este Camino a otras personas es la primera cosa, la que ha de tener en su vida el guerrero espiritual. Esa intención no debe contener en sí nada terrenal, y sólo entonces el guerrero espiritual podrá obrar milagros, superar fácilmente todos los obstáculos del mundo y alcanzar la Meta proyectada. Sólo tal intención tiene el poder verdadero de crear.
»La intención verdadera de una conciencia desarrollada está más allá de las ideas humanas sobre las leyes del mundo físico, sobre “lo posible” y “lo imposible”. Por ende, esa intención puede llevar a cabo tanto “lo posible” como “lo imposible”.
»Hay que supeditar totalmente el cuerpo, la mente y la conciencia a la intención de llegar a ser Uno Conmigo. Hay que aspirar a la Unión total, en la cual no queda nada de aquello que el “yo” separado consideraba “suyo”.
»Y entonces Me entregaré a ese guerrero espiritual en toda Mi plenitud.
»En el Absoluto entero sólo el amor puede dar la Libertad Divina verdadera e ilimitada.
»Yo les amo, por tanto, quiero dar a ustedes esta Libertad.
»Estoy dispuesto a entregarme a cada uno quien lo quiera sinceramente. ¡Esa es Mi Esencia! ¡Yo no deseo nada, más que entregarme por medio del amor, entregarme a todos ustedes y a cada uno!
»¡Apóyense en Mí! Es la mejor solución para todos los problemas terrenales de tipo social.
»¡En las situaciones difíciles lo primero que cada uno debe recordar es Mi Tranquilidad Universal! Estar en tranquilidad significa no meterse con la conciencia entera y sin reflexionar en una u otra situación terrenal, donde las pasiones bullen.
»¡Desde el estado de Mi Tranquilidad Universal mira a tus problemas y comprende cuán insignificantes y pequeños son!
»¡Jamás debes meterte en la batalla usando tu “yo” inferior! ¡Jamás debes dejar de identificarte Conmigo! ¡Pues, pase lo que pase durante la batalla, Yo no perderé nada! ¡Solamente un “yo” inferior puede perder, el “Yo” Superior nunca!
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